viernes, 27 de noviembre de 2009
La caballería en la edad media. I - Caballería pesada
viernes, 6 de noviembre de 2009
La Lanza como unidad militar medieval
En la época en la que transcurren nuestras guerras banderizas, era de uso común el que los reyes exigieran a sus nobles el aporte de hombres para sus guerras, del mismo modo que era práctica habitual el que, quien tenía capacidad para ello, alquilara los servicios de sus guerreros al rey por una cierta cantidad de dineros. Y siempre, cuando se hablaba de estas cuestiones, aparece una equívoca medida básica:
En multitud de crónicas encontramos referencias a
En primer lugar, decir que una Lanza no era una cantidad exacta de soldados, sino un grupo operativo de combate, sin que se determinara de forma precisa el número de hombres que la habían de conformar.
La unidad militar por excelencia en la edad media era la caballería pesada. Es decir: un hombre montado sobre un potente caballo de guerra, vestido con armadura blanca y equipado de lanza, espada y arma de arzón (aquella que solía portar sujeta a los arreos de su caballo, las más habituales solían ser la espada bastarda, el hacha o el martillo de guerra) Ahora bien, un hombre así armado no es operativo sin una serie de ayudantes y colaboradores, del mismo modo que hoy un carro de combate no marcha nunca solo a la batalla, sino protegido y escoltado por sus servidores y escuadra de apoyo. Pues bien, lo mismo ocurría con un caballero armado. Por norma, iría acompañado de un escudero igual de armado que él, más dos o tres jinetes equipados a la ligera que se encargarían de los caballos de repuesto, palafrenes e impedimenta, a más de cubrirles en los enfrentamientos.
Bueno, a estas alturas ya tenemos que una Lanza habría de consistir en uno o dos caballeros pesados y dos o tres equipados a la jineta (otro día hablaremos sobre la caballería ligera y pesada y sus diferencias). Ahora bien, caballero sin apoyo de infantes es caballero perdido. Así, en varias notas militares de viaje nos encontramos con que todo caballero que marchaba a la guerra llevaba consigo un pequeño contingente de peones a los que asignaban diferentes funciones. En la época de las guerras de bandos solían ser aproximadamente unos once hombres de armas de los que seis se equipaban con lanzas y el resto de ballestas. A estos habría que añadir los criados personales y pajes de los hidalgos que en caso de necesidad supongo también podrían empuñar un arma.
Por lo tanto, podemos aventurarnos a conjeturar que lo que tan generosamente pagaban los reyes castellanos o navarros era una unidad de combate totalmente equipada y bien entrenada, de entre
En resumen: un diminuto ejército al completo .