lunes, 9 de septiembre de 2013

La guerra en la edad media

Una de las grandes fuentes de información sobre la vida y la milicia en la baja edad media, son las crónicas de Pero Niño, también llamadas el Victorial.
En este libro, se nos cuentas las hazañas de don Pero Niño, Conde de Buelna y Señor de Cigales y de Valverde. Fue escrita en el año 1436 por Gutiérrez Díez de Games, alférez que fue de Pero Niño.
Torre de Pero Niño en San Felices de Buelna.
Fotografía de PB Obregón
Extraordinaria fuente de información, con su lectura comprenderemos mejor la mentalidad medieval. Y para empezar, tomaremos un breve texto en el que el cronista nos relata, con meridiana claridad, y sin ninguno de los pudores con que la civilización actual nos condiciona, cuales eran las verdaderas razones por las que los hombres del medioevo partían a la guerra y lo que su señor esperaba de ellos: no la devoción a la corona, ni el valor, ni tan siquiera la victoria heroica sobre el enemigo, lo que se busca es, simplemente, la obtención de unos recursos que justifiquen el desembolso que ha supuesto para su patrono el equipar el ejército del que forman parte.  

En el Victorial se nos cuenta, entre otras muchas de sus hazañas, como teniendo Pero Niño cumplidos ya los veinticinco años, el rey de Castilla, Enrique III, le concede el mando de unas galeras equipadas por la corona con el encargo principal de dar caza a unos corsarios castellanos que robaban y saqueaban las costas del mar de Levante. Harto de sus tropelías, el rey mandó aparejar en Sevilla las galeras y ordenó que se escogiesen para tripularlas a los mejores marineros y comitres, que fueran equipadas con los más fornidos y animosos remeros y que eligieran a los que fueran experimentados ya en la mar de levante. También  dispuso el reclutamiento de los mejores ballesteros mareantes, duchos y probados en armar sus ballestas al cinto. Equipó luego con las mejores armas las galeras y a sus tripulantes, a los que pagó por anticipado las pagas acordadas y entregó además a Pero Niño buenas monedas de oro y plata para que dispusiera de capital que gastar en las ciudades y reinos extraños que visitara.
Ballestero cargando "al cinto"
Arriba a la izquierda, la avancuerda que,
sujeta al cinto, permitía tensar la cuerda
haciendo fuerza con la pierna sobre
el estribo.
Presta la expedición, parte el señor de Cigales perfectamente equipado en busca de los corsarios. Pero, tras varias jornadas de navegación y como las galeras no conseguían localizar a los corsarios por entre las islas mediterráneas donde esperaban encontrarlos, deciden posponer para mejor ocasión su castigo y decide acercarse a las tierras vecinas en busca de algún otro medio con que rentabilizar la partida que se le ha encomendado. No tardan en descubrir un aduar dedicado a la agricultura vecino a la costa. Buen militar y eficiente estratega, Pero Niño organiza una avanzada que evalúe la capacidad militar del nuevo objetivo y la configuración geoestratégica del lugar. A sus hombres les ordena que evalúen la cantidad y calidad de los ganados y demás riquezas del poblado, así como los mejores caminos de aproximación y retirada. Una vez en posesión de cuantos datos necesita un buen general para asegurarse el buen término de su campaña, Pero Niño reúne a sus hombres en las galeras. 
Todos esperan las palabras de su capitán, saben de su valía y están dispuestos a obedecer sus órdenes fueran cuales fueren. La espera aumenta la tensión entre los hombres y el señor de Cigales juega con ella hasta que considera llegado el momento adecuado para comenzar su exhorto. Les recuerda entonces que están allí por gracia de su majestad el rey Enrique, que les ha pagado sus buenos dineros para que cumplan con el trabajo que se les  encomienda y que ha gastado una fortuna en equiparlos y pertrecharlos con el mejor armamento.
Por todo ello, les dice: siendo como son hombres enteros y bien nacidos, deben agradecer su generosidad volviendo a Sevilla con muchas mercancías y las mayores ganancias posibles.
Convencidos todos por las razones del capitán, desembarcan en tierra firme perfectamente armados para atacar la aldea. Determina entonces don Pero donde debe colocarse la bandera y las trompetas de señales, quienes han de realizar la avanzada y quienes controlar las entradas y salidas del lugar,  indica qué gentes deben quedarse junto a la bandera y quienes habrán de asaltar el pueblo y ordena a sus hombres cautivar y matar y poner a fuego el aduar. Además, en vista de que la retirada podría complicarse si los soldados cargaran con un botín demasiado pesado, ordenó también que no tomasen cosa alguna que los estorbara en su retirada, salvo hombres y mujeres y criaturas. Y que a los que no pudiesen traer, que los pusiesen a espada y que los matasen.

Más claro, imposible. Las palabras del cronista, en un libro escrito por encargo de quien a de ser su protagonista exclusivo, consagrado a ensalzar las proezas y bien hacer de don Pero Niño, señor natural del autor, son más que reveladoras de la mentalidad medieval. 
La moral moderna es incapaz de comprender los principios por que se regían aquellos hombres y siempre que intentemos juzgarlos desde una perspectiva actual habremos de caer en los errores maniqueístas que ya hemos comentado otras veces.