viernes, 19 de julio de 2013

Lanza mareante

Ya hablamos en un artículo anterior sobre la lanza como unidad militar medieval, indicando que era la unidad básica de caballería, formada por caballería pesada, ligera y  hombres de a pie.
Veíamos como se denominaba así, no solo al arma por antonomasia del caballero (pues era este arma la que identificaba al caballero, que no la espada como se suele suponer), sino a un grupo de soldados bien entrenado, completamente equipado y perfectamente estructurado.

Pero también se daba el nombre de lanza a otra pequeña unidad  militar, esta vez en el cuerpo de marina. Se trataba de la lanza mareante, pagada a perpetuidad y en buenos maravedíes (en torno a los 2000 por unidad) por el monarca de turno a los jauntxos que se las alquilaban.
En muchos de los casos, acompañaban a estas lanzas ballesteros, también mareantes, todos ellos soldados especializados en el combate en la mar.
Es muy difícil llegar a determinar la composición de estas lanzas mareantes, ya que ciertos autores mantienen que se trata de un simple lancero entrenado en el combate sobre las embarcaciones, aunque me resulta tremendamente difícil de creer que el rey que fuera pagase semejante dineral por un solo hombre armado. Es más creíble que se tratara, como en la lanza de caballería, del equivalente medieval de una escuadra militar actual, unos cuatro o cinco hombres, equipados con armas de mano, dirigidos por un cabo y a los que habitualmente acompañarían un cierto número de ballesteros que les ofrecerían cobertura a distancia.

Para terminar, e ilustrar mi afirmación anterior respecto a que el arma que identificaba a un caballero medieval era la lanza y no la espada, nada mejor que transcribir dos ejemplos de nuestro insigne cronista. Don Lope de Salazar nos cuenta que:

Don Sant García, al que llamaban el cabezudo –no se sabe si porque la tenía muy grande, o por que la tenía muy buena, que ambas cosas de él se decían- era señor de las Urcavuscas y las aldeas del valle de Orduña, que se las ganó por lanza a don Lope de Mendoza, su cuñado.

Y abundando en esta apreciación, me parece definitivo el que cuando los San Pedro llamaron a Pero López para que les ayudara en los conflictos que tenían con los Ezpeleta, que ya habían decapitado a su suegro, vino a buscarlo Velche de Ezpeleta para decirle:
- Pero López, como bien sabes, yo soy aquí tenido por el hombre más esforzado y experto en hechos de armas de esta tierra y creo que a vos os han traído para vengar la muerte de vuestro suegro diciendo que sois la mejor lanza de toda Guipúzcoa. Maté a vuestro suegro en buena pelea, cuando él trataba de matarme a mí. De manera que, si os parece, peleemos nosotros dos hasta que uno de los dos, o ambos si hiciera falta, muramos.
Aceptó Pero López y Pero López vengó a su suegro matando a su asesino en combate singular.


Como podemos ver, el cabezón ganó sus tierras por la lanza, que no por la espada, y don Pero era la mejor lanza de toda Gipuzkoa, no la mejor espada. Porque era la lanza y no la espada el arma que definía a un guerrero medieval, como el revolver lo hacía con el pistolero del Far West.
Digan lo que digan Hollywood y los pseudo-intelectuales de turno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario