jueves, 5 de julio de 2018

El origen de la Campaña de las Navas: la fortaleza de Salvatierra


Podemos afirmar que la campaña de las Navas de Tolosa nace un año antes, con la pérdida de la fortaleza de Salvatierra.
El castillo de Salvatierra, de origen musulmán, se alza al sur del Campo de Calatrava, en el término municipal de Calzada de Calatrava, sobre un arisco cerro al sur de la provincia de Ciudad Real, y controla la principal vía de acceso entre la meseta castellana y el valle del Guadalquivir, vecino a lo que hoy llamamos puerto de Despeñaperros y que por aquél tiempo se conocía como Paso de la Losa.

Salvatierra en la actualidad. Aún se pueden apreciar sus
murallas y lo agreste del terreno en que se levantaba.
(fotografía de www.ciudad-real.es)

Construido por los musulmanes en el siglo X, a mediados del XII se hicieron con él los monjes guerreros de la orden de Calatrava. La presencia cristiana en las puertas de Al-ándalus supuso un constante quebradero de cabeza y una verdadera obsesión para los califas almohades, hasta que el año 1195 el rey Alfonso VIII de Castilla perdió la batalla de Alarcos y con ella su influencia y poderío militar.


El desastre de Alarcos supuso la pérdida de un inmenso territorio y los castillos y ciudadelas que lo controlaban. Entre ellas la ciudad de Calatrava, origen de la encomienda calatrava y el castillo de Salvatierra.
Pero los fieros calatravos no estaban dispuestos a la extinción. Tres años más tarde, en el 1198, el maestre Martín Pérez de Siones, al mando de 400 caballeros y 700 peones, en una heroica internada, reconquista para su orden la fortaleza de Salvatierra.

Guerreros musulmanes disponen las máquinas de asedio.
Comienza aquí una épica historia. Sin ningún enclave cristiano a menos de 100 km, rodeados de enemigos y alejados de sus bases, los bravos  freires, encastillados en Salvatierra, combaten a los almohades y hostigan sus rutas de comunicación y abastecimiento.
Trece años de continuas luchas y feroces combates hasta que en 1211, Al-Nasir, obsesionado por las campanadas con que los caballeros calatravos cubrían el canto del muecín en el corazón de su reino, ataca con todas sus tropas la fortaleza. No tardó en caer en manos del ejército califal la población levantada en la ladera y luego las defensas exteriores. Pero ni las máquinas de asedio emplazadas, que lanzaban piedras “grandes como montañas”, ni las lluvias de flechas “tantas que sus hierros chocaban unos contra otros”, podían con los freires, que rechazaban uno tras otro los intentos de asalto del ejército almohade.

Los freires de Calatrava se vieron obligados
a capitular ante ejército de Al-Nasir
51 días aguantaron los de Calatrava. Y no entregaron el castillo hasta que el propio Alfonso VIII les rogó que conservaran sus vidas y volvieran a tierras cristianas. Así, volvió la fortaleza a manos musulmanas y tornaron sus campanarios en almuédanos.  Al-Nasir volvía a controlar el acceso a Castilla y mantenía expeditos los caminos hasta Toledo. 

Castilla se tambaleaba y si caía, Europa entera estaría en peligro. 

Esta amenaza es la que convence al papa Inocencio III para convocar la cruzada que se resolverá en las batalla de las Navas de Tolosa




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