La medicina, tal y como hoy la entendemos, era algo totalmente ajeno a las gentes de medioevo.
Esta ciencia y arte estaba dividida en multitud de ramas, aplicadas, en el mejor de los casos, por quien había aprendido las artes de la sanación asistiendo como aprendiz a quien ya las conocía de antemano. Las saludadoras trataban pasmos y calenturas con las plantas medicinales que sus antecesoras les habían mostrado y eran los componedores quienes se encargaban de recolocar en su sitio original los huesos y articulaciones dislocadas.
Una de las ramas de la medicina con más prestigio y renombre hoy en día, como es la cirugía, estaba totalmente diferenciada del resto de la medicina y la practicaban habitualmente profesionales como los barberos, cuya más importante habilidad era el manejo rápido y preciso de la navaja. Para ser un buen cirujano por entonces solo se necesitaba disponer del instrumental propio de la profesión como eran buenas navajas, pinzas y fórceps de diferentes medidas. Sería luego la práctica la encargada de proporcionar al cirujano la habilidad necesaria para extraer saetas, amputar miembros o suturar heridas en el menor tiempo posible.
Pero en una época tan convulsa como aquella, las frecuentes partidas militares habían de disponer de un "técnico" preparado para hacer frente a la multitud de heridas que los soldados podían sufrir en los enfrentamientos, así como las diferentes lesiones que cada arma producía en el cuerpo humano. Para ayudar a estos profesionales y como guía para todos aquellos que hubieran de tomar esta profesión, nacieron diferentes tratados de medicina y cirugía. En Venecia se publicó allá por el 1492 el Fasciculus medicinae donde, en un exquisito grabado, se reproducía un cuerpo humano en el que se mostraban las diferentes heridas que las armas más habituales de la época habrían en las carnes de sus víctimas.
También se explicaban en sus páginas las complicaciones que podían surgir de estas heridas, los diferentes tejidos, venas y tendones con los que se podrían encontrar quien asistiera al herido y las complicaciones que podían surgir con cada tipo de herida y parte del cuerpo.
Estos gráficos de "El hombre Herido", en aquellos tiempos en los que prácticamente no existía un aprendizaje reglado de la medicina, fueron fundamentales para que físicos locales pudieran asistir a los heridos y accidentados, ayudando a salvar no pocas vidas.
("Aquí" lo puedes ver con gran detalle y en castellano)