Desde siempre me he sentido atraído por este aforismo tan nuestro. Somos lo que hoy somos porque otros, nuestros antepasados directos o indirectos, existieron en otros tiempos y se comportaron de la manera exacta en que lo hicieron.
Si nuestros jauntxos, caballeros medievales, no hubieran participado de aquellas “sanguinarias” luchas de bandos, estas tierras no serían lo que hoy son. Hubieran llegado a ser mejores o peores, pero –con toda seguridad- habrían de ser diferentes a estas en las que hoy vivimos.
Las guerras de bandos fueron un acontecimiento universal. Surgieron entre los clanes feudales bajo las tensiones que los nuevos tiempos les procuraron. Los apellidos más poderosos veían peligrar sus privilegios ante el fortalecimiento de la institución monárquica y hubieron de emplear todos los medios a su alcance para defender sus beneficios y poder mantener su influencia en las nuevas estructuras políticas. Entre los medios de que disponían se encontraban, obviamente, la presión económica, las intrigas palaciegas y la fuerza de las armas.
Mal que les pene a los políticos maniqueístas de medio pelo, las luchas de bandos fueron -como ya hemos dicho- un fenómeno muy común. Sin salir de tierras hispanas podemos hablar de Castros y Laras en Castilla; Benavides y carbajales en tierras de Úbeda y Baeza; los Ansurez, Téllez o Girón en Palencia; Agramonteses y Beamonteses en Navarra o Abencerrajes y Zegríes en tierras nazaríes. También más allá de los Pirineos podríamos encontrar a los Lancaster y York en tierras inglesas o los Medici y los Pazzi entre los apellidos florentinos o güelfos y gibelinos en los estados pontificios y la actual Alemania.
Y continuar Así hasta llenar cien folios de apellidos homicidas.
Pero curiosamente hoy en día, y en buena parte gracias a nuestro nunca bien ponderado Don Lope García de Salazar, muchos pretenden hacernos creer que las luchas entre vecinos fueron privativas de las tierras vascas... aunque, realmente, lo que quizás ocurra es que les gustaría creerlo.
Pero defender esta teoría es un desmesurado error, solo admisible en gentes mal informadas o, peor aún, que pretenden emplearla tendenciosamente para tergiversar la historia y justificar así ciertos argumentos políticos actuales.
Que de esto, por desgracia, sabemos mucho en este país.
Si nuestros jauntxos, caballeros medievales, no hubieran participado de aquellas “sanguinarias” luchas de bandos, estas tierras no serían lo que hoy son. Hubieran llegado a ser mejores o peores, pero –con toda seguridad- habrían de ser diferentes a estas en las que hoy vivimos.
Las guerras de bandos fueron un acontecimiento universal. Surgieron entre los clanes feudales bajo las tensiones que los nuevos tiempos les procuraron. Los apellidos más poderosos veían peligrar sus privilegios ante el fortalecimiento de la institución monárquica y hubieron de emplear todos los medios a su alcance para defender sus beneficios y poder mantener su influencia en las nuevas estructuras políticas. Entre los medios de que disponían se encontraban, obviamente, la presión económica, las intrigas palaciegas y la fuerza de las armas.
Mal que les pene a los políticos maniqueístas de medio pelo, las luchas de bandos fueron -como ya hemos dicho- un fenómeno muy común. Sin salir de tierras hispanas podemos hablar de Castros y Laras en Castilla; Benavides y carbajales en tierras de Úbeda y Baeza; los Ansurez, Téllez o Girón en Palencia; Agramonteses y Beamonteses en Navarra o Abencerrajes y Zegríes en tierras nazaríes. También más allá de los Pirineos podríamos encontrar a los Lancaster y York en tierras inglesas o los Medici y los Pazzi entre los apellidos florentinos o güelfos y gibelinos en los estados pontificios y la actual Alemania.
Y continuar Así hasta llenar cien folios de apellidos homicidas.
Pero curiosamente hoy en día, y en buena parte gracias a nuestro nunca bien ponderado Don Lope García de Salazar, muchos pretenden hacernos creer que las luchas entre vecinos fueron privativas de las tierras vascas... aunque, realmente, lo que quizás ocurra es que les gustaría creerlo.
Pero defender esta teoría es un desmesurado error, solo admisible en gentes mal informadas o, peor aún, que pretenden emplearla tendenciosamente para tergiversar la historia y justificar así ciertos argumentos políticos actuales.
Que de esto, por desgracia, sabemos mucho en este país.
2 comentarios:
Hola, Iñaki:
Bueno, ya no te comento más veces que tus artículos son muy buenos porque siempre me repito :-).
Por cierto, estoy deseando leer Tierra Amarga, ¿cuándo sale?
Un abrazo,
Jose.
Siempre son de agradecer tus comentarios. Hacen que llevar este blog sea algo más que las divagaciones de un "zumbado".
Gracias una vez más.
En lo que respecta a la novela, Carlos Alonso, el editor de Pàmies -un enamorado de la novela negra e histórica-, espera sacarla a las librerías para el mes de Septiembre.
Entonces veremos en qué queda todas esta locura. Todavía seis meses de espera...
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