Un error que se repite (sospecho que en muy pocas ocasiones debido únicamente a la mala información o la ignorancia) es el considerar al País Vasco como una tierra de banderizos, para a renglón seguido llegar a la conclusión de que los vascos tienen una extraña predisposición a matarse entre ellos por “ver quién más vale” o por cualquier otra tontería, mientras en el resto del mundo las gentes buscan medios pacíficos para resolver sus problemas. Se tiende a creer que los banderizos fueron exclusivos de estas tierras y las luchas de bandos solo ocurrieron aquí. Y para comprobar tan estúpido error solo hace falta leer lo que en la Wikipedia se escribe sobre las guerras de bandos.
Quienes esto defienden parecen desconocer que en la edad media la guerra era una actividad empresarial perfectamente aceptada y asumida en la sociedad. De ella dependían poblaciones enteras y muchos nobles complementaban sus ingresos agrícolas y ganaderos con actividades militares más allá de sus tierras, tanto en propiedades cristianas como musulmanas. Por otra parte, la sociedad medieval (Toda la sociedad medieval occidental, no solo la sociedad medieval vasca) era una sociedad sustentada en el clientelismo y la familia. Por lo tanto, si aceptamos que un bando es una agrupación de linajes procedentes de un mismo tronco familiar al que se unos otros por lazos de parentesco o por intereses económicos, nos encontramos con que toda la sociedad hispana -y toda la occidental- entre los siglos XI al XVI, era una sociedad estructurada en bandos, una sociedad de banderizos.
A finales de la edad media, la pujanza de las villas y el aumento del poder de los reyes absolutistas restringieron los privilegios de los nobles, lo que exacerbó los enfrentamientos con que estos trataban de reducir el impacto de las normas reales y los fueros de las villas. Si a ello sumamos una sociedad más culta, donde comienzan a ser habituales los cronistas y bien aceptadas las crónicas (por otro lado la mayor parte de las veces escritas para agasajar y quedar bien con el rey) podemos a entender el porqué de las historias de banderizos que hoy conocemos.
Quienes esto defienden parecen desconocer que en la edad media la guerra era una actividad empresarial perfectamente aceptada y asumida en la sociedad. De ella dependían poblaciones enteras y muchos nobles complementaban sus ingresos agrícolas y ganaderos con actividades militares más allá de sus tierras, tanto en propiedades cristianas como musulmanas. Por otra parte, la sociedad medieval (Toda la sociedad medieval occidental, no solo la sociedad medieval vasca) era una sociedad sustentada en el clientelismo y la familia. Por lo tanto, si aceptamos que un bando es una agrupación de linajes procedentes de un mismo tronco familiar al que se unos otros por lazos de parentesco o por intereses económicos, nos encontramos con que toda la sociedad hispana -y toda la occidental- entre los siglos XI al XVI, era una sociedad estructurada en bandos, una sociedad de banderizos.
A finales de la edad media, la pujanza de las villas y el aumento del poder de los reyes absolutistas restringieron los privilegios de los nobles, lo que exacerbó los enfrentamientos con que estos trataban de reducir el impacto de las normas reales y los fueros de las villas. Si a ello sumamos una sociedad más culta, donde comienzan a ser habituales los cronistas y bien aceptadas las crónicas (por otro lado la mayor parte de las veces escritas para agasajar y quedar bien con el rey) podemos a entender el porqué de las historias de banderizos que hoy conocemos.
¿De donde puede provenir esta falsa idea de que los bandos eran algo patrimonio de la sociedad vasca? Pues muy simple: cuando no proviene de la mala fe es simplemente una cuestión de falta de información o -peor aún- de una información parcial y sesgada. La verdad es que Vizcaya dispuso de un cronista atípico, un hidalgo aficionado a las letras que, muy a su pesar, se encontró con mucho tiempo libre. Éste, Lope García de Salazar, dejó para la posteridad una serie de escritos donde trató de reflejar la sociedad en la que vivía, su tiempo y su mundo. De los veinticinco libros de que constan sus Bienandanzas e Fortunas, los seis últimos están dedicados a contar las vicisitudes de las principales familias vizcaínas. Y de aquí deducen, los historiadores de medio pelo, los pseudo intelectuales malintencionados, los falsarios y tontos en general, que los vascos estaban todo el día matándose entre ellos por unas castañas mientras el resto de la cristiandad luchaba contra los enemigos de la cruz.
Solo haré constar unos pocos ejemplos de luchas banderizas medievales en España que -para quienes quieran comprobarlo- podrán evidenciar que las guerras de bandos fueron un fenómeno universal en el medioevo y no una particularidad de las tierras vascas. Que ni tan siquiera se dieron aquí con más virulencia que en otros lugares, sino que -simplemente- aquí hubo quien dejó constancia por escrito de los detalles particulares de estas y, como le sobraba el tiempo, se entretuvo en pasar a papel sucesos comunes y enfrentamientos sin importancia que en realidad solo interesaban a sus protagonistas. Que ya se decía en Amadis de Gaula de los nobles hispanos que no siendo contentos con lo que Dios les dió, quieren usurpar y tomar de los más desfavorecidos.
Empezamos:
En Galicia, durante el siglo XII, los caballeros de Tui se llevaban bastante mal con los caballeros de Santiago y, además de matar a los siervos y campesinos, se robaban los unos a los otros los ganados e talaban los sembrados. Ya decía por entonces Alonso de Palencia que los gallegos eran gente hecha a la lucha sangrienta de encarnizados bandos.
En Palencia, en 1457, el asalto a la torre de Monzón por Rodrigo Enríquez siembra la ciudad de sangre e incendios. Duran siglos las disputas entre Osorios, Enríquez, el concejo y los Manrique.
En 1330, Herrera del Pisuerga sufre los desmanes y tropelías del hidalgo Fernán Núñez de Castañeda.
En 1401, los vecinos de Paredes de Nava solicitan al rey que impida que los dos bandos dominantes en el concejo se repartan entre sí los cargos. Exactamente lo mismo que ocurrió en Bilbao unos años más tarde.
En Orihuela, las familias de Rocafull, Miró, Rocamora, Masquefás, etc., vivían en casas fortificadas y dirimían sus diferencias con la fuerza de las armas colmando las tierras de viudas y huérfanos.
En 1396, los enfrentamientos entre bandos en Cocentina, obligaron a intervenir a la reina Violante para imponer la justicia.
En 1436, la ciudad de Sevilla escribía al rey que algunos sennores e poderosos de la ciudad se niegan a entregar a la justicia algunos malhechores suyos e de otros.
Y podríamos también hablar de Castros y Laras en Castilla; Benavides y Carbajales en tierras de Úbeda y Baeza; Agramonteses y Beamonteses en Navarra o Abencerrajes y Zegríes en tierras nazaríes. También más allá de los Pirineos podríamos encontrar a los Lancaster y York en tierras inglesas o los Medici y los Pazzi entre los apellidos florentinos y Güelfos y Gibelinos en los estados pontificios y la actual Alemania… ¿Alguien necesita más para aceptar que es simplemente mentira el que las guerras de bandos fueran algo particular de las tierras vascas?
En Galicia, durante el siglo XII, los caballeros de Tui se llevaban bastante mal con los caballeros de Santiago y, además de matar a los siervos y campesinos, se robaban los unos a los otros los ganados e talaban los sembrados. Ya decía por entonces Alonso de Palencia que los gallegos eran gente hecha a la lucha sangrienta de encarnizados bandos.
En Palencia, en 1457, el asalto a la torre de Monzón por Rodrigo Enríquez siembra la ciudad de sangre e incendios. Duran siglos las disputas entre Osorios, Enríquez, el concejo y los Manrique.
En 1330, Herrera del Pisuerga sufre los desmanes y tropelías del hidalgo Fernán Núñez de Castañeda.
En 1401, los vecinos de Paredes de Nava solicitan al rey que impida que los dos bandos dominantes en el concejo se repartan entre sí los cargos. Exactamente lo mismo que ocurrió en Bilbao unos años más tarde.
En Orihuela, las familias de Rocafull, Miró, Rocamora, Masquefás, etc., vivían en casas fortificadas y dirimían sus diferencias con la fuerza de las armas colmando las tierras de viudas y huérfanos.
En 1396, los enfrentamientos entre bandos en Cocentina, obligaron a intervenir a la reina Violante para imponer la justicia.
En 1436, la ciudad de Sevilla escribía al rey que algunos sennores e poderosos de la ciudad se niegan a entregar a la justicia algunos malhechores suyos e de otros.
Y podríamos también hablar de Castros y Laras en Castilla; Benavides y Carbajales en tierras de Úbeda y Baeza; Agramonteses y Beamonteses en Navarra o Abencerrajes y Zegríes en tierras nazaríes. También más allá de los Pirineos podríamos encontrar a los Lancaster y York en tierras inglesas o los Medici y los Pazzi entre los apellidos florentinos y Güelfos y Gibelinos en los estados pontificios y la actual Alemania… ¿Alguien necesita más para aceptar que es simplemente mentira el que las guerras de bandos fueran algo particular de las tierras vascas?