Las calzas fueron una de las prendas de vestir más características
de la edad media, y quizás una de las que menos nos hemos detenido a pensar.
Las vemos en las representaciones de la época como unos
pantalones ceñidos que vestían los hombres de la época, pero no nos hemos
parado a pensar que en aquellos años no existía la lycra ni las mallas de ballet.
Pensemos un poco entonces en lo que debía ser embutirse en
unos pantalones no elásticos y que una vez puestos tenían que adaptarse perfectamente a las piernas de su propietario. Para más dificultad, podemos
leer las ordenanzas de calceteros (los sastres especializados en confeccionar
las calzas) de Córdoba y Sevilla que estas prendas se realizaban con estameña,
lienzo naval (tela media de algodón o lino), paño o cordellaje, forrado y
reforzado con cañamazo o paño. Podían incluso decorarse con hilo de oro o plata.
Esto nos puede dar una idea de la resistencia y rigidez de las calzas así
confeccionadas.
Llevados por el snobismo, se llegaron a confeccionar calzas
que incluían el calzado, las calzas de soleta, de las que podemos imaginar el suplicio
que habría de ser el embutirse en ellas si querían que quedara bien ceñido.
Los ricos y nobles confeccionaban sus calzas con paño florentino o
estameña teñida de rojo. Nunca se empleaba la seda para confeccionar calzas, debido a que este tejido no es en absoluto elástico, lo que imposibilitaba su empleo en prendas que debía quedar adheridas a las piernas. Los pajes y criados de rango se compraban las prendas
confeccionadas con grana de Londres, que era un paño fino muy apreciado en la época,
el resto, la gente común, se las hacía de cordellate, un tejido basto de lana
con trama de cordoncillo.
Hasta tal punto se mantenían estas normas en el vestir, que
nuestro cronista preferido cuenta en una de sus anécdotas:
Que estando los de Velasco en Villatomín y los suyos (los de Salazar) en la Cerca, vió Lope García a Ferran Pérez de Ayala y a Sancho Martinez de
Leiba, dos tipos a los que tenía ganas desde hacía ya tiempo. Se las arregló
Lope para que entre algunos de sus hijos, ayudados por un buen criado, Regexe
de Gamboa, trabaran pelea con los citados. Hubieron de caer muchos muertos y
heridos antes de que los Velasco se dieran por vencidos y se replegaran a la
villa de Medina.
1440. Del libro de las Horas de Catalina de Cleves |
Luego, de nuevo caballo y caballero recuperados del golpe, corrieron tras el de Velasco que se alejaba.
Le tenía ganas el de Salazar al de Velasco por que sabía que
un judío de Medina le había ofrecido mil reales de plata si le entregara su
caballo Palomo, pero cuando llegó montado en él a las puertas de la villa nadie se atrevió a intentar arrebatárselo.
Escapó el de Velasco, pero dejó en el campo su estandarte y
las sobrevestas de su bridón. Murieron allí Perejón y muchos otros más de su
linaje y muchos más aún hubieran muerto si no fuera porque Lope García dijo a sus hombres
y criados que solo mataran a los que vestían calzas bermejas, que eran
hidalgos, que los otros eran hombres comunes de la zona sin ninguna importancia.