Tendemos a aceptar – o tratan de hacernos creer – que Europa, gracias en parte a su tradición cultural cristiana, siempre ha disfrutado de una sociedad basada en los principios de justicia y equidad tal y como hoy los entendemos.
Tremendo error! En la realidad, su mentalidad resulta tan diferente a la actual como nos resultaría la de una hipotética raza extraterrestre.
Tomemos como ejemplo tipo de banderizo a Lope García de Salazar.
Pronto nos daremos cuenta que realmente no fue nadie excepcional en su tiempo, a no ser por su estatura (2’10 metros, en una época en la que la media de altura rondaba el 1’55). Fue por huir de su forzada inactividad durante los años en que permaneció preso en su propia torre por lo que escribió su historia universal o "bienandanzas", y de esta pretendida enciclopedia histórica, son sus últimos libros -los dedicados a las familias que conocía, las vizcaínas y castellanas con las que trataba - los únicos singulares y los que le han dado una fama que de otro modo no hubiera merecido.
De sí mismo, tras alardear falsamente de no haber sido vencido nunca, escribe que nunca luchó contra nadie por soberbia, solamente mató por su honor y por mantener sus razones o las de su linaje; nunca rompió una tregua que no tuviera derecho a quebrantar (habría que preguntarse quién adjudicaba el derecho a romper una tregua) ni mató ni hizo matar a nadie que no se lo mereciera si lo pudo evitar, que ya les decía él eso de: “guárdate, que ya me guardaré yo”. Eso sí, despreció a los ladrones y dijo la verdad siempre que pudo.
Declaración de principios de un noble medieval, señor de sus siervos, enemigo de sus enemigos y amigo de sus amigos siempre y cuando no hubiera intereses por en medio. La vida de un hombre solo tiene valor si tiene tras él dinero o familia que la soporten.
Existen en las bienandanzas y demás crónicas medievales, numerosas referencias a muertes cuyo castigo quedó impune o solamente supuso el destierro por una corta temporada del asesino. Pero eso sí, siempre que el matador y la víctima fueran hidalgos, porque la persona de un siervo, labrador o esclavo ni tan siquiera valía la tinta que habría de emplearse para transcribir su nombre al papel. No encontraremos el nombre de un campesino mutilado por su señor, el de un niño degollado en el camino, ni el de una moza violada. Solo se pierde el tiempo en escribir que murieron cuando desaparecen en cantidades tan alarmantes, a causa de guerra, hambre o peste, que pueden poner en peligro los ingresos de su señor.
Por cierto, en realidad, la inmensa mayoría de la población medieval pertenecía a estas clases oprimidas. Gentes que también llevaban el nombre de su señor como marca de pertenencia. Un Lope de Salazar podía ser el señor de la casa de Salazar, o el esclavo Lope que le pertenecía. De ahí podemos deducir que la mayoría de los actuales habitantes de estas tierras somos descendientes, no de los nobles hidalgos que las explotaban -aunque llevemos su apellido -, sino de los miserables siervos y esclavos que fueron capaces de sobrevivir a las hambrunas, a las pestilencias y a sus señores.
Para quien le interese, estas son las palabras textuales de Don Lope, extraídas de sus bienandanzas. Habla de sí mismo en tercera persona. Tomo IV, libro XXIV, pag. 345. :
“porque él sienpre fue vençedor en todos logares, segund dicho es, e aun en otras cosas nunca fue vençido ni retraído, que entiende que fue por graçia del Señor Dios, que le fizo para ello, porqu'él nunca cometió guerra contra persona del mundo, a su entender e creer, por sovervia contra razón, sino por guardar onor e razón suya e de su linaje, ni quebrantó treguas non devidamente a sus adversarios ni mató ni fizo matar a persona del mundo ni fue en consejo d'ello a traiçión ni a mala verdad, sino "aguárdate, aguardarme he" e a no lo poder escusar, segund susodicho tiene, e que sienpre puso justiçia en su tierra en lo que pudo e desdeñó ladrones e rovadores e que sienpre guardó verdad a todas personas en quanto pudo.”