Cuando hablamos de nuestros caballeros medievales y de sus disputas (no olvidemos que pese a lo peyorativo de la palabra banderizo, estos hidalgos eran el prototipo de caballero medieval), se suelen emplear indistintamente una serie de palabras que, creo entender, querían señalar conceptos dispares.
A las disputas entre familias se le dio en llamar guerras banderizas, cuando en realidad no pasaron de ser conflictos armados entre diferentes bandos, facciones o sectores de la sociedad pudiente en la edad media. En una época en la que el poder se sostenía por la fuerza de las armas (y muchas veces se alcanzaba por los mismos medios), los nobles mantenían y aumentaban sus rentas del mismo modo.
Por otro lado, en la Edad Media el mero concepto de individuo era algo sin sentido, era imposible sobrevivir por sus propios medios en ambiente tan hostil, estaban obligados a formar parte de una comunidad, una familia, un linaje, un bando. Por eso resultaba tan llamativa la figura del caballero andante: un hombre solo, enfrentado a las vicisitudes de la vida y los peligros del camino sin otra ayuda que la de Dios... (Creo que esto merecería un artículo propio).
Los siervos y esclavos estaban protegidos por sus dueños y señores, los villanos por el concejo y la sociedad municipal. También los nobles habían de agruparse en grupos más amplios que les permitieran defenderse de sus vecinos más poderosos y de los intentos del rey por usurpar sus derechos y esquilmar sus fuentes de ingresos.
Llamaron a estos grupos bandos y a quienes pertenecían a ellos banderizos. Sólo con el advenimiento del renacimiento y la centralización del poder en manos de un rey todopoderoso, dueño absoluto de tierras y gentes, pudieron los nobles aspirar a sobrevivir por sus propios medios y medrar por si solos en la corte y los negocios.
Nos encontramos pues con que entre los siglos XIII al XVI, todos los nobles europeos pertenecían a uno u otro Bando y eran por lo tanto Banderizos.
En tierras vascas, formando los bandos y gobernados por las leyes del clan, destacaban los Parientes Mayores, herederos directos de fundador del linaje, aquél que conquistó la tierra, los hombres y los recursos con que edificar la casa y dio nombre al apellido. Estos parientes mayores aportaban al bando toda su gente y arrastraban tras de sí al resto de su clan. Sus descendientes ganaron a su vez más tierras y rentas, quizás incluso algunos fundaron apellido propio, y a cada uno de ellos se le llamó Jauna. Era el señor de la casa, el cabeza de familia, el Mayor de su apellido. Señores de la guerra, propietarios de las tierras, sus riquezas y de los hombres que las trabajaban, pero obligados a su vez por las disposiciones del mayor de su linaje, el pariente mayor. El resto de los descendientes varones, sus hijos fuera cual fuera su edad, eran Jauntxos, literalmente: señoritos. Término que todavía se utiliza en muchas zonas de la península con el mismo significado que en aquellos lejanos siglos.
Tras los banderizos –todos caballeros, todos hidalgos de mayor o menor fortuna-, cabalgaban escuderos y omes comunes. Gentes procedentes en su mayor parte de las tierras y pueblos propiedad del jauna a los que las armas permitían una vida más desahogada que al resto de sus paisanos. Soldados avezados en mil escaramuzas, pero que no eran banderizos, sino sus escuderos y hombres de armas.
A las disputas entre familias se le dio en llamar guerras banderizas, cuando en realidad no pasaron de ser conflictos armados entre diferentes bandos, facciones o sectores de la sociedad pudiente en la edad media. En una época en la que el poder se sostenía por la fuerza de las armas (y muchas veces se alcanzaba por los mismos medios), los nobles mantenían y aumentaban sus rentas del mismo modo.
Por otro lado, en la Edad Media el mero concepto de individuo era algo sin sentido, era imposible sobrevivir por sus propios medios en ambiente tan hostil, estaban obligados a formar parte de una comunidad, una familia, un linaje, un bando. Por eso resultaba tan llamativa la figura del caballero andante: un hombre solo, enfrentado a las vicisitudes de la vida y los peligros del camino sin otra ayuda que la de Dios... (Creo que esto merecería un artículo propio).
Los siervos y esclavos estaban protegidos por sus dueños y señores, los villanos por el concejo y la sociedad municipal. También los nobles habían de agruparse en grupos más amplios que les permitieran defenderse de sus vecinos más poderosos y de los intentos del rey por usurpar sus derechos y esquilmar sus fuentes de ingresos.
Llamaron a estos grupos bandos y a quienes pertenecían a ellos banderizos. Sólo con el advenimiento del renacimiento y la centralización del poder en manos de un rey todopoderoso, dueño absoluto de tierras y gentes, pudieron los nobles aspirar a sobrevivir por sus propios medios y medrar por si solos en la corte y los negocios.
Nos encontramos pues con que entre los siglos XIII al XVI, todos los nobles europeos pertenecían a uno u otro Bando y eran por lo tanto Banderizos.
En tierras vascas, formando los bandos y gobernados por las leyes del clan, destacaban los Parientes Mayores, herederos directos de fundador del linaje, aquél que conquistó la tierra, los hombres y los recursos con que edificar la casa y dio nombre al apellido. Estos parientes mayores aportaban al bando toda su gente y arrastraban tras de sí al resto de su clan. Sus descendientes ganaron a su vez más tierras y rentas, quizás incluso algunos fundaron apellido propio, y a cada uno de ellos se le llamó Jauna. Era el señor de la casa, el cabeza de familia, el Mayor de su apellido. Señores de la guerra, propietarios de las tierras, sus riquezas y de los hombres que las trabajaban, pero obligados a su vez por las disposiciones del mayor de su linaje, el pariente mayor. El resto de los descendientes varones, sus hijos fuera cual fuera su edad, eran Jauntxos, literalmente: señoritos. Término que todavía se utiliza en muchas zonas de la península con el mismo significado que en aquellos lejanos siglos.
Tras los banderizos –todos caballeros, todos hidalgos de mayor o menor fortuna-, cabalgaban escuderos y omes comunes. Gentes procedentes en su mayor parte de las tierras y pueblos propiedad del jauna a los que las armas permitían una vida más desahogada que al resto de sus paisanos. Soldados avezados en mil escaramuzas, pero que no eran banderizos, sino sus escuderos y hombres de armas.