Cantigas de Cruz y Luna.

Cervera del río Alhama, una pequeña villa castellana donde cristianos, judíos y musulmanes conviven en secular armonía, envía sus mejores gentes a la campaña de las Navas de Tolosa. Les acompaña la dulce Zahara, arrastrada contra su voluntad a una aventura donde, para sobrevivir, habrá de ser más fuerte que los más intrépidos cruzados.

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La novela

La novela
Una historia de aventuras en Cervera del río Alhama, una perspectiva nunca vista de las Navas de Tolosa

miércoles, 24 de febrero de 2010

Luchas de bandos: “Porque fueron, somos; porque somos, serán”- II

Continuando con el suelto anterior, hemos de aceptar, nos guste o no, que en aquellas tierras salvajes de la Europa medieval, solamente los nobles pudientes disfrutaban de lo que hoy consideraríamos unas condiciones mínimas de vida. Para el resto de los mortales, la mera existencia suponía un triunfo, el mayor éxito posible. Habían de sobrevivir faltos de las más imprescindibles medidas de higiene, sin sanidad, agitados por hambrunas y epidemias, azotados por las inclemencias del tiempo en sus miserables casuchas y sometidos a los arbitrarios caprichos de su señor. Sin ningún derecho, ni siquiera a la propia vida.
Por contra, los caballeros medievales, tanto los de la tierra llana como los residentes en las villas, vivían holgadamente del trabajo de sus siervos y esclavos. Durante siglos disfrutaron de todos los bienes de la tierra y les dolía renunciar a sus privilegios, adquiridos y conservados por la fuerza de sus armas.
Así, la pragmática real que confería la hidalguía universal en tierras vizcaínas hubo de suponer un vuelco revolucionario, tanto en las condiciones de vida como en la forma de pensar de nuestros ancestros. Los infanzones hubieron de justificar su anterior modo de vida y rápidamente los nobles cultivados y escritores a sueldo embellecieron los desmanes pasados con un barniz de honor y compromiso. Crearon y exhibieron unos principios caballerescos en los que la familia, el clan, lo era todo; donde la palabra de un hombre no admitía marcha atrás, al adquirir el grado de compromiso jurado sin necesidad de más rituales que el mero hecho de pronunciarla. Glorificaron el trabajo, el sacrificio y el esfuerzo con que defendieron su linaje y su heredad; elevaron la tierra a la categoría de templo y la casa –su casa- se convirtió en la madre primigenia del apellido, de la familia, del todo.
No tardaron los siervos y menestrales, repentinos hidalgos, en asumir las características -publicitadas en libros de caballerías, poemas y declamaciones-, de quienes hasta ese momento habían sido sus superiores simplemente por tener un apellido. Ahora que también ellos disponían de uno propio, con el ansia de los nuevos ricos, se arrogaron como suyos los valores de los que presumían aquellos que pretendían imitar, los universalizaron e hicieron perdurar en el tiempo. Hasta que ellos mismos se los creyeron y los convirtieron en característica representativa de todo su pueblo, del pueblo que hoy somos.

Hoy se nos debe hacer presente que, igual que somos el fruto directo de aquellas gentes ya desaparecidas, nuestras actitudes de hoy marcarán, en un sentido u otro, el futuro de aquellos que el día de mañana habitarán nuestra casa. Es nuestra responsabilidad el tener siempre presente que nuestro hoy será el cimiento sobre el que nuestros hijos levantarán su mañana.
Lo dejaron dicho nuestros antepasados: porque fueron, somos; porque somos serán.

viernes, 5 de febrero de 2010

Luchas de bandos: “Porque fueron, somos; porque somos, serán”- I

Desde siempre me he sentido atraído por este aforismo tan nuestro. Somos lo que hoy somos porque otros, nuestros antepasados directos o indirectos, existieron en otros tiempos y se comportaron de la manera exacta en que lo hicieron.
Si nuestros jauntxos, caballeros medievales, no hubieran participado de aquellas “sanguinarias” luchas de bandos, estas tierras no serían lo que hoy son. Hubieran llegado a ser mejores o peores, pero –con toda seguridad- habrían de ser diferentes a estas en las que hoy vivimos.

Las guerras de bandos fueron un acontecimiento universal. Surgieron entre los clanes feudales bajo las tensiones que los nuevos tiempos les procuraron. Los apellidos más poderosos veían peligrar sus privilegios ante el fortalecimiento de la institución monárquica y hubieron de emplear todos los medios a su alcance para defender sus beneficios y poder mantener su influencia en las nuevas estructuras políticas. Entre los medios de que disponían se encontraban, obviamente, la presión económica, las intrigas palaciegas y la fuerza de las armas.

Mal que les pene a los políticos maniqueístas de medio pelo, las luchas de bandos fueron -como ya hemos dicho- un fenómeno muy común. Sin salir de tierras hispanas podemos hablar de Castros y Laras en Castilla; Benavides y carbajales en tierras de Úbeda y Baeza; los Ansurez, Téllez o Girón en Palencia; Agramonteses y Beamonteses en Navarra o Abencerrajes y Zegríes en tierras nazaríes. También más allá de los Pirineos podríamos encontrar a los Lancaster y York en tierras inglesas o los Medici y los Pazzi entre los apellidos florentinos o güelfos y gibelinos en los estados pontificios y la actual Alemania.
Y continuar Así hasta llenar cien folios de apellidos homicidas.

Pero curiosamente hoy en día, y en buena parte gracias a nuestro nunca bien ponderado Don Lope García de Salazar, muchos pretenden hacernos creer que las luchas entre vecinos fueron privativas de las tierras vascas... aunque, realmente, lo que quizás ocurra es que les gustaría creerlo.
Pero defender esta teoría es un desmesurado error, solo admisible en gentes mal informadas o, peor aún, que pretenden emplearla tendenciosamente para tergiversar la historia y justificar así ciertos argumentos políticos actuales.

Que de esto, por desgracia, sabemos mucho en este país.

Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476

Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476
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Bilbao en el siglo XV

Bilbao en el siglo XV
Así se supone que podía ser Bilbao a finales de la Edad Media

Casa torre de Etxaburu (fotografía de Txemi Ciria Uriarte)

Casa torre de Etxaburu (fotografía de Txemi Ciria Uriarte)
La casa, origen del linaje, razón de ser de los bandos

Espada de mano y media, también llamada espada bastarda - 1416

Espada de mano y media, también llamada espada bastarda - 1416
Armas de lujo para los privilegiados de la tierra

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