Cantigas de Cruz y Luna.

Cervera del río Alhama, una pequeña villa castellana donde cristianos, judíos y musulmanes conviven en secular armonía, envía sus mejores gentes a la campaña de las Navas de Tolosa. Les acompaña la dulce Zahara, arrastrada contra su voluntad a una aventura donde, para sobrevivir, habrá de ser más fuerte que los más intrépidos cruzados.

Puedes adquirir la novela en las más importantes librerías on-line, o pedir que te la traiga la librería de tu barrio. También puedes comprarla en editorial Maluma, que te la hará llegar sin gastos de envío.

Busca palabras y contenidos en las entradas anteriores de Tierra Amarga

La novela

La novela
Una historia de aventuras en Cervera del río Alhama, una perspectiva nunca vista de las Navas de Tolosa

lunes, 23 de mayo de 2011

Firma de ejemplares de la novela Tierra Amarga en la feria del libro de Madrid.

El próximo sábado, 28 de mayo, estaré en la Feria del libro de Madrid firmando ejemplares de Tierra Amarga a todos los amigos, cerveranos o no, que se animen a pasar por allí.

Desde las 12 hasta las 14 horas, en la caseta nº 68 de ediciones Pàmies y por la tarde, de 18 a 20 horas, en la caseta nº 34, de la distribuidora UDL.

(Ambas en la zona cercana a la calle O’Donnell)

Por si aún no la conoces, Tierra Amarga es una novela de aventuras donde, siguiendo el diario de un joven novicio a quien le encargan la peligrosa tarea de descubrir la identidad de un asesino en serie apodado “La Bestia”, acompañamos al protagonista en su penoso recorrido por las postrimerías del siglo XV. Junto a él, descubriremos la lucha de sus gentes por sobrevivir y la violencia que regía en el reino de Castilla los años anteriores a la subida al trono de los Reyes Católicos.

Pinchando aquí puedes leer libremente un capítulo de la novela.

Ya que has tenido la amabilidad de llegar a este blog, si tienes un poco de tiempo libre y algo de curiosidad, puedes visitar sus anteriores entradas y conocer un poco más a nuestros antepasados, su modo de vida y las armas medievales. También puedes dejar tus opiniones, artículos o comentarios sobre el tema.

Y sobre todo, querido amigo, gracias por tu visita a esta Tierra amarga.

martes, 17 de mayo de 2011

Medidas medievales y III. Las horas y el paso del tiempo en la edad media

En las dos entradas anteriores hemos enumerado las medidas medievales de longitud, volumen y superficie. Ahora trataré de explicar como se medía el tiempo en el medioevo europeo.

En la edad media, el medir el tiempo, como tantas otras cosas, era algo mucho menos necesario –y por lo tanto mucho menos exacto- de lo que lo es para el hombre moderno.

Para aquella gente, el día comenzaba con el sol y moría con este. Pero, pese a todo, de alguna manera tenían que ponerse de acuerdo para concretar las citas, así que fragmentaron el transcurrir del sol según las ocho horas canónicas.

Dividieron el día en cuatro horas y la noche en otras cuatro, divididas a su vez cada una de estas horas principales en tres fracciones. Las horas diurnas comenzaban con el alba y las nocturnas –obviamente- con el ocaso. Esta división, simple pero eficaz, suponía que el tiempo “legal” variaba en función de las estaciones, ajustándose a los período de luz y oscuridad, es decir, a los momentos de actividad o reposo de la gente. El sistema tenía como inconveniente el que las horas solo tenían la misma duración durante los equinoccios (los días de paso de invierno a primavera y de verano a otoño, cuando en la tierra el tiempo de luz dura lo mismo que la noche), pero esto poco importaba a efectos prácticos.

Las horas las marcaban las iglesias y monasterios a toque de campana, sin que se señalaran las últimas horas nocturnas a fin de respetar el descanso de los campesinos.

De esta manera, para las gentes de la edad media, el día comenzaba con una solitaria campanada que señalaba la hora prima, la que marcaba el amanecer, hora de empezar sus tareas. Tres horas más tarde, los buenos frailes indicaban con dos campanadas que había llegado la hora tercia y al llegar el mediodía, con el sol en su cénit, hacían sonar tres veces la campana para indicar que había llegado la hora sexta, tres horas después de la tercia. Seguía a esta (pasadas otras tres horas) la última hora diurna, la hora nona, nombrada con dos toques de campana. Se esperaba entonces la caída del sol para, con el crepúsculo, avisar a los lugareños con tres campanadas que llegaba la hora de vísperas, la primera hora nocturna medieval y el momento de cesar con sus actividades diarias. La seguía la hora de completas, con las últimas cuatro campanadas del día, que indicaban a la congregación religiosa y a la ciudadanía que ya era hora de acostarse. Las siguientes horas eran de silencio y ninguna campana sonaba para marcarlas. Solamente en el interior de los monasterios se alzaban los religiosos al quedo aviso de sus superiores a la medianoche, para rezar las oraciones de maitines en los primeros segundos del nuevo día, para volver a levantarse a orar, siempre tras tres períodos de una hora, con la última hora nocturna, la hora de laudes.

Guiados por el afán moderno de la precisión (ajeno totalmente a la mentalidad medieval) y para mejor entendernos, podríamos decir que, durante los equinoccios:

los Maitines eran a las 0 horas,

Laudes a las 3 de la madrugada

Prima a las 6 (la primera hora del día)

Tercia a las 9 (la tercera)

Sexta al mediodía, las 12. (la sexta)

Nona a las 3 de la tarde (la novena y última hora diurna)

Vísperas a las 6 de la tarde

Completas a las 9 de la noche.

Durante el resto del año… pues qué más daba, si las horas eran o no igual de largas. En realidad, para un villano en su terruño medieval, nuestra obsesión por medir horas y segundos no podía tener el menor sentido.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Medidas en la edad media-II, de volumen y superficie.

Continuando con el anterior post trataré ahora de enumerar, de manera sucinta, las medidas de capacidad y volumen más habituales en la Castilla medieval. Dejándonos llevar de estas, tocaremos también las de superficie.

No quiero que sea una relación demasiado minuciosa, ni puedo pretender que sea exacta. En la edad media, la misma medida tenía magnitudes muy diferentes según donde estuviéramos. Una libra podía variar de los 270 gramos a los 490, y una legua -dependiendo de donde estuviéramos- podrían resultar 4 kilómetros o más de 7.

Con este artículo, el anterior y el que les seguirá, solo pretendo que al leer una novela histórica tengamos una idea, aunque solo sea aproximada, de qué habla el autor cuando nos dice que el protagonista de la novela se bebió dos azumbres de vino.

Pasamos, sin más rodeos, a las medidas medievales de volumen para líquidos:


Cuartillo - correspondería a 1/2 litro o 1/4 de azumbre

Azumbre - 2 litros

Frasco - 2'5 litros

Pipa - 15 litros

Cántara - 16 litros, o lo que es lo mismo: 8 azumbres.


También tenemos medidas de capacidad para cereal. Las dos más habituales eran (y lo siguen siendo en muchos lugares):

el Celemín, que correspondía a 4'6 litros de grano

La Fanega - 55 litros.


Lo curioso de estas dos medidas es que también son medidas de superficie, correspondiéndose a la extensión de terreno a sembrar para recoger esa cantidad de trigo. Como se podrá suponer, las medidas de celemín y fanega de Castilla tenían muy poco que ver con esas mismas denominaciones en al-Andalus o Vizcaya.

El Celemín castellano serían hoy en día unos 500 metros cuadrados

y la Fanega era cuatro veces más extensa, unos 2000.

También existía la Peonada, que era la extensión de terreno que un peón podía labrar en una jornada, aproximadamente unos 400 metros cuadrados.

La Yugada, manteniendo el mismo concepto de la peonada, era la tierra que labraba una yunta de bueyes en un día, unos 2.700 metros cuadrados.

Pero, insisto, son medidas castellanas, en otros lugares podían llamar fanega a un terreno que superaba los 6.000 metros cuadrados.

Como medida de superficie curiosa, también podemos mencionar el Carro, utilizada aún en Cantabria, y que debiera corresponder a la superficie de terreno necesaria para recoger una carga de carro completa de heno, unos 1800 metros cuadrados.

martes, 3 de mayo de 2011

Las medidas en la edad media -I

Una fuente constante de confusión, entre quienes habitualmente leemos novela histórica, es el tratar de comprender las medidas, tanto de longitud como de peso y volumen. Amén de las dichosas horas, que entre maitines, nonas y vísperas, nunca nos enteramos de si es de día o de noche.
Para empezar, tenemos que aceptar que todas estas medidas, aunque similares, variaban de un lugar a otro. Para evitar discusiones, cada villa mantenía en su mercado un juego de medidas a disposición de mercaderes y compradores (aún visibles en muchas localidades, como en la plaza del mercado de Sos del Rey Católico). También es común en diferentes edificios públicos, plazas y catedrales el encontrar, talladas en la piedra, las diferentes medidas de vara, cuarta y otras, que se facilitaban al público en general para normalizar las mediciones y evitar confusiones que podían ser muy enojosas.
Todas estas medidas utilizadas en el medioevo eran medidas antropométricas, es decir, las dimensiones de partes del ser humano, y esto supone un gran problema: el que varían de manera importante de un individuo a otro.

Solo con el paso de los siglos se consiguió una cierta unificación en estas unidades de medición. Como aproximación, redondeando, y sin tratar de ser exactos, dejamos una serie de medidas medievales, su "traducción" a sistema métrico decimal y lo que significaban en su origen.

Línea - 2 milímetros - el espesor del trazo de tinta del cálamo
Pulgada - 25 mm. - el largo de la primera falange del dedo pulgar
Cuarta - 20 centímetros - un palmo
Pie - 28 cm. - el largo de un pie
Paso - 1,4 metros - Esta medida es heredera directa del paso romano y los romanos llamaban paso a lo que se denomina ciclo de paso. Es decir, el recorrido realizado desde que, al andar, se levanta un pie del suelo hasta que vuelve a tocar suelo ese mismo pie, lo que hoy diríamos que son dos zancadas
Braza - 1,6 m. - la envergadura de un hombre medio (en la edad media)
Vara - 0,8 m. - media braza, la distancia entre la mano con el brazo extendido y el centro del pecho (la medida de flecha de un arquero)
Legua - 5,5 kilómetros - la distancia que un hombre al paso recorre en una hora.

Para no cansar con tanto número, en otra entrada continuaremos con las medidas de volumen y peso.


Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476

Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476
Pinchando el cuadro puedes acceder a la galería de fotografías de Tierra Amarga

Bilbao en el siglo XV

Bilbao en el siglo XV
Así se supone que podía ser Bilbao a finales de la Edad Media

Casa torre de Etxaburu (fotografía de Txemi Ciria Uriarte)

Casa torre de Etxaburu (fotografía de Txemi Ciria Uriarte)
La casa, origen del linaje, razón de ser de los bandos

Espada de mano y media, también llamada espada bastarda - 1416

Espada de mano y media, también llamada espada bastarda - 1416
Armas de lujo para los privilegiados de la tierra

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