Ya hablamos
en un artículo anterior sobre la lanza como unidad militar medieval, indicando que era la unidad básica de caballería, formada por caballería pesada, ligera y hombres de a pie.
Veíamos
como se denominaba así, no solo al arma por antonomasia del caballero (pues era este arma la que identificaba al caballero, que no
la espada como se suele suponer), sino a un grupo de soldados bien entrenado,
completamente equipado y perfectamente estructurado.
Pero también
se daba el nombre de lanza a otra pequeña unidad militar, esta vez en el cuerpo de marina. Se
trataba de la lanza mareante, pagada a perpetuidad y en buenos maravedíes (en torno a los 2000 por unidad) por el monarca de turno a los jauntxos que se las
alquilaban.
En muchos
de los casos, acompañaban a estas lanzas ballesteros, también mareantes, todos
ellos soldados especializados en el combate en la mar.
Es muy difícil
llegar a determinar la composición de estas lanzas mareantes, ya que ciertos
autores mantienen que se trata de un simple lancero entrenado en el combate
sobre las embarcaciones, aunque me resulta tremendamente difícil de creer que el rey que fuera pagase semejante dineral por un solo hombre armado. Es más
creíble que se tratara, como en la lanza de caballería, del equivalente
medieval de una escuadra militar actual, unos cuatro o cinco hombres, equipados con armas de
mano, dirigidos por un cabo y a los que habitualmente acompañarían un cierto número
de ballesteros que les ofrecerían cobertura a distancia.
Para
terminar, e ilustrar mi afirmación anterior respecto a que el arma que
identificaba a un caballero medieval era la lanza y no la espada, nada mejor
que transcribir dos ejemplos de nuestro insigne cronista. Don Lope de Salazar nos cuenta que:
Don Sant
García, al que llamaban el cabezudo –no se sabe si porque la tenía muy grande,
o por que la tenía muy buena, que ambas cosas de él se decían- era señor de las
Urcavuscas y las aldeas del valle de Orduña, que se las ganó por lanza a don Lope de
Mendoza, su cuñado.
Y
abundando en esta apreciación, me parece definitivo el que cuando los San Pedro
llamaron a Pero López para que les ayudara en los conflictos que tenían con los
Ezpeleta, que ya habían decapitado a su suegro, vino a buscarlo Velche de Ezpeleta
para decirle:
- Pero López,
como bien sabes, yo soy aquí tenido por el hombre más esforzado y experto en
hechos de armas de esta tierra y creo que a vos os han traído para vengar la
muerte de vuestro suegro diciendo que sois la
mejor lanza de toda Guipúzcoa. Maté a vuestro suegro en buena pelea,
cuando él trataba de matarme a mí. De manera que, si os parece, peleemos
nosotros dos hasta que uno de los dos, o ambos si hiciera falta, muramos.
Aceptó
Pero López y Pero López vengó a su suegro matando a su asesino en combate
singular.
Como
podemos ver, el cabezón ganó sus tierras por la lanza, que no por la espada, y don
Pero era la mejor lanza de toda Gipuzkoa, no la mejor espada. Porque era la lanza y no la espada el arma que definía a un guerrero medieval, como el revolver lo hacía con el pistolero del Far West.
Digan lo que digan Hollywood y los pseudo-intelectuales de turno.
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