Para tratar de encontrar una equivalencia entre los precios en la edad media a lo que podría ser su costo en la actualidad, existe quien prefiere buscar primero el peso en metal de las monedas necesarias para pagar su importe (bien plata o su equivalente en monedas de oro) y calcular entonces el precio actual de esa misma cantidad del metal precioso.
Yo no estoy de acuerdo en esa forma de calcularlo por dos razones básicas:
La primera: que el valor primario del oro, su aprecio en la sociedad, ha variado mucho desde aquellos años a los nuestros. Durante la edad media era el oro el único medio de valor estable, tanto a nivel local como internacional, por lo que estaba mucho más preciado que ahora. Por el contrario, hoy existen otros muchos artículos encargados de cumplir con esa misión de valor estable y universal, por lo tanto, esa función primordial del oro ha perdido su razón de ser y así ha disminuido sustancialmente su valor intrínseco. La segunda razón es que, hoy en día, la práctica totalidad de los habitantes de este reino pueden disponer, cuando menos, de unos pocos gramos de oro. En un anillo, una medalla o una simple cadena. En cambio, durante la edad media, un campesino, un peón o un siervo, solo podían aspirar a ver el oro en las ropas de su señor. Ni en sus mejores sueños soñarían con hacerse con una monedita de oro.
Por eso he elegido un valor que, con solo ciertas variaciones, podríamos considerar estable: el trabajo de un hombre. Cuantos años de su salario le costaría a un obrero el pagarse ese capricho. Creo que es el mejor indicativo del coste de un bien: las horas de trabajo que un ser humano ha de invertir para poder generar el dinero suficiente para adquirirlo.
Por lo tanto, y con el mismo criterio utilizado para calcular el precio de un buen caballo de batalla, en el próximo artículo intentaremos calcular cuanto costaba una armadura medieval.
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