Para terminar esta serie de entradas, que se iniciaron hace ya tiempo con los artículos sobre la caballería medieval, trataré de explicar las diferencias entre un bridón y un caballo jinete.
En Europa, desde que apareció el estribo y la caballería pesada, la táctica empleada en el combate consistía en un impacto frontal contra el enemigo con el que se pretendía hundir sus filas y desbaratar el ejército contrario. Para conseguir que las masas combinadas del caballero y del caballo, golpearan al enemigo de manera solidaria, se montaba “a la guisa” o “a la brida”. Es decir, sobre una silla reforzada, con protecciones delanteras (para ingles y muslos), amplio respaldo (para fijar el cuerpo) y estribos largos que permitían al caballero, cubierto de acero al igual que su montura, mantenerse sobre la silla en el momento del choque. De esta guisa, se conseguía la brutal fuerza de impacto necesaria para romper el frente enemigo. Al caballo nacido y criado para ser montado a la brida se le llamaba bridón.
Frente a estos mastodontes, los ejércitos musulmanes opusieron una táctica destinada a contrarrestar la ventaja que la fuerza bruta prestaba a los cristianos: el “ataque y retirada”. Equipados con medias armaduras y cotas livianas, la caballería árabe acometía con flechas y armas ligeras al ejército contrario, pero antes de llegar al cuerpo a cuerpo se retiraba del frente. Tras repetir estas cargas varias veces, las líneas cristianas perdían en el vacío su ventaja, se agotaban o se rompían, de manera que podían ser rodeados, atacados por los flancos y exterminados. Para el tipo de lucha de los musulmanes se necesitaban caballos potentes, pero más ligeros que los bridones, equipados con sillas sin defensas delanteras y con los estribos cortos para poder manejar al caballo con las rodillas y tener las manos libres, necesarias para empuñar el arco o girarse sobre la montura para tomar las azagayas que portaba en el arzón. En la península ibérica, ganaron justa fama de expertos en ese tipo de combate los miembros de ciertas tribus berberiscas, los zenetes (los castellanos lo pronunciaban jenetes). Quienes sufrían sus feroces acometidas no tardaron en comprender lo eficaz que podía ser ese tipo de monta a la que llamaron “a la zeneta” o jineta, y a quienes la practicaban y a sus caballos, jinetes, por deformación de la palabra zenetes.
Con los años, la historia militar, la economía y las armas de fuego, dieron la supremacía a este tipo de monta.
Por concesión a nuestra mentalidad actual, y a modo de divertimento, busquemos comparaciones entre aquellos medios de locomoción y los actuales:
El bridón sería un brutal Hummer del ejército norteamericano, un vehículo que supedita la estética a la potencia y funcionalidad, diseñado para la guerra y que solo lo llevan por la calle snobs a los que les sobra el dinero.
A la mula la podíamos comparar con un Mercedes de gama alta, cómodo y señorial.
El palafrén en la edad media sería lo más parecido un descapotable deportivo, quizás un Ferrari, todo lujo y ostentación.
Y para acabar, al caballo jinete lo podríamos comparar con una berlina media, tipo al Audi A4, un automóvil mucho menos potente que el Hummer, no tan cómodo como el Mercedes, ni tan aparente como un Ferrari, pero mucho más accesible que los anteriores. Lo suficientemente cómodo como para viajar en él, lo bastante potente para cumplir de manera digna con su misión y que tiene lo justo de ostentoso como para demostrar a quien nos vea montados en él que no somos unos menesterosos.
Y terminamos de aquesta guisa estas pobres explicaciones sobre lo que fue la caballería medieval.
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