Cantigas de Cruz y Luna.

Cervera del río Alhama, una pequeña villa castellana donde cristianos, judíos y musulmanes conviven en secular armonía, envía sus mejores gentes a la campaña de las Navas de Tolosa. Les acompaña la dulce Zahara, arrastrada contra su voluntad a una aventura donde, para sobrevivir, habrá de ser más fuerte que los más intrépidos cruzados.

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La novela

La novela
Una historia de aventuras en Cervera del río Alhama, una perspectiva nunca vista de las Navas de Tolosa

viernes, 17 de mayo de 2013

El origen del Linaje (I) señores y tenentes.


En la primitiva sociedad feudal no importaba si quien trabajaba la tierra y allí vivía era hombre libre o no, si había nacido en esa tierra o si, capturado en la última razzia, lo habían colocado allí para que la trabajara. El señor de aquellas tierras, rey, iglesia o noble, había de recibir sus impuestos, controlar la paz y hacer cumplir la ley.

(No nos escandalicemos por esto que es algo no muy diferente de lo que ahora ocurre. Hoy en día, más de mil años después, todos debemos pagar, no diezmos -una parte de cada 10 de lo que se produzca- sino 2’1 partes de cada 10 de todo aquello que producimos, es el dichoso I.V.A., un 21%)

Bueno, los encargados de velar por el bien público, proteger las tierras y a quienes las habitaban, mantener la paz, hacer cumplir las leyes, recaudar los impuestos, sancionar las faltas, poner multas y cobrar o embargar a quien no las pagara (siento como un deja-vu extraño) eran los señores o sus tenentes. Estos tenentes eran administradores -que no propietarios- y ejercían los poderes públicos en nombre del señor, que podía ser el rey o un noble, el dueño del territorio.
En pago a sus servicios, estos tenentes recibían ciertas rentas por parte del propietario, a más de cobrar las multas por las faltas y las indemnizaciones o embargos.

(Como dato curioso, que por estos lares tendemos a considerar a los eunucos como seres exclusivos de los países árabes: comentar que hacia el 1040 era tenente en la cuenca del Agüera, en la actual Cantabria, entonces tierras del reino de Navarra, un esclavo eunuco llamado García Cíclave).

El caso es que tanto los señores como los tenentes vivían y se enriquecían con estos ingresos, por lo que les resultaba fácil excederse en la aplicación de multas y confiscaciones, es decir, cometían malos actos, hacían mal, o como se decía entonces: mal facían, eran mal fechores. Y es que la palabra malhechor deriva directamente de esta expresión aplicada por el pueblo a aquellos señores y caballeros que no cumplían con sus deberes para con la plebe y se enriquecían de manera impropia a costa de los bienes comunes (huy, otro deja-vu).
En fin, volvamos al origen primero de los linajes.
El la tenencia vivían esclavos, pecheros (los que estaban obligados a pagar impuestos o pechos al señor) collazos (labriegos que no podían abandonar la tierra que trabajaban) campesinos libres que cultivaban sus propias tierras y censuarios que eran lo artesanos (menestrales), villanos (los que vivían en las villas), comerciantes y demás omes comunes. Todos ellos vivían en tierras propiedad del señor o cedidas por el rey a este, eran pues sus vasallos que, a cambio de protección y parte del usufructo de la tierra pagaban sus impuestos al señor en metálico, en especies y realizando ciertos trabajos en la casa del señor o en sus tierras.
Entre los habitantes de la tenencia también existían comunidades aldeanas libres –de la tierra llana- y hombres libres, propietarios de sus tierras e inmunes jurídicamente a la autoridad de los tenentes, eran los hidalgos.
Estas comunidades y los hidalgos pactaban con el señor mediante cartas o acuerdos, por eso se llamaban encartados y a estas zonas Encartaciones. En estos acuerdos se comprometían a prestar servicio militar en las filas del señor y a entregarle una parte pactada de sus excedentes (cosechas, caza, madera, etc), a cambio habían de recibir de este protección militar y jurídica frente a quienes les agredieran y evitar así a los malfechores y sus mal fehechorías,
Estos hidalgos eran “franqueados, libre e quitos de todos los pedidos e serviçios e monedas e alcabalas e demás tributos cuales quiera”, y mediante estas cartas o encomiendas, se integraban en lo que entonces se llamaba familia del señor, y se les conocía como parientes de este, lo que en la Roma clásica se conocía como clientes.
Son estos hidalgos quienes estructuran, allá por 1200, la sociedad medieval en linajes. 
Podríamos decir que un linaje es la línea sucesoria de una familia, que no tienen porque ser sus primogénitos,  ya que Lope García de Salazar nos ofrece múltiples casos de mujeres o hijos bastardos que forman o dan sucesión a un linaje. Aquí se incluyen todos los descendientes directos de este antepasado común origen del linaje, tanto por línea paterna como materna a los que se añaden los parientes de los que hemos hablado unas líneas antes. Entonces, los descendientes, sus encomendados, los vasallos, aquellos que dependen económicamente de la familia, sus esclavos y empleados a sueldo, todos unidos y cada uno en sus posibilidades y actividades, forman el origen y definen la estructura del linaje que es dirigido por la persona que ostenta el mayorazgo del la familia, el pariente mayor del apellido.

Como esto se va alargando, de cómo se crean y acaban adquiriendo su forma definitiva los linajes, hablaremos en el siguiente artículo.

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