Me comentan sobre la falta, en el anterior post sobre la lanza, de alguna anécdota ilustrativa del uso y empleo de esta arma, de largo la más empleada en la edad media.
Como no me gusta desairar a los aficionados a este período histórico, paso a relatar una anécdota narrada por Lope García de Salazar y ocurrida en tiempos del rey Alfonso VIII de Castilla.
Escribe nuestro cronista que, acuciado Alfonso por los enormes gastos que las guerras con los reinos vecinos le ocasionaban, decidió crear un nuevo impuesto de ocho maravedís para gravar a los hidalgos de su reino "E d'estos maravedís era moneda gruesa, que valía la dobla castellana siete maravedís".
El caso es que el buen rey pidió consejo a su alférez Diego López de Haro, el fundador de la villa de Bilbao. Cuando le expuso sus pretensiones, don Diego comentó a su monarca:
-Señor, los fijosdalgo malos son para pecheros.
Pero el rey, espoleado por la necesidad, no prestó oídos a su consejero y tanto le apremió que este finalmente le contestó:
-Señor, como quier que sea, pues vos tanto lo queredes e avedes menester, yo pagaré los ocho primeros.
Satisfecho de su gestión, el rey convocó a cortes a todos sus nobles en Burgos y, una vez todos reunidos, les expuso sus exigencias.
Cuando el rey terminó de hablar, don Diego se levantó y colocó frente al monarca sus ocho maravedís, pero su acción no consiguió el efecto que Alfonso esperaba. En lugar de imitar al de Haro, se alzó don Nuño de Lara para decir:
-Señor, donde yo vengo los cavalleros e fijosdalgo nunca fueron pecheros.
Y, alzándose, invitó a cuantos de los allí presentes les disgustara el pagar los impuestos que el rey pretendía a que le siguieran. A su requerimiento se alzaron todos los caballeros, salvo el dicho López de Haro y otros cuatro que quedaron en compañía del rey.
Todos los demás marcharon al palacio de el de Lara y una vez reunidos se equiparon con todas sus armas para volver al campo de Santa María de Gamonal.
Allí dispuestos los tres mil hombres de a caballo sobre el campo, enviaron a dos de ellos a decir a su señor natural que estaban dispuestos a pagar los ocho maravedís que les quería cobrar de pecho, tal y como los habían pagado hasta entonces sus antepasados.
Que los tenían cada uno de ellos en una bolsa colgada en la punta de su lanza y que solo tenía que mandar a alguien a recoger el pecho que pretendía cobrarles, pero que les hiciera el favor de no ir él en persona porque lo "querían guardar como a su rey e soverano señor".
Sobra decir que el buen rey decidió eximirles del nuevo impuesto, echó las culpas de la ocurrencia a su consejero "E mandólos venir a su palaçio e dioles previllejos de livertad e desterró a don Diego López e quitóle la tierra".
Pero claro, estas son cosas que solo podrían suceder en el medioevo.
A ningún gobernante actual se le ocurriría gravar con nuevos impuestos a sus gobernados para que pagaran ellos sus decisiones equivocadas y echar luego la culpa a sus consejeros y a los reinos vecinos si su política no daba el resultado que él esperaba.
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