Cantigas de Cruz y Luna.

Cervera del río Alhama, una pequeña villa castellana donde cristianos, judíos y musulmanes conviven en secular armonía, envía sus mejores gentes a la campaña de las Navas de Tolosa. Les acompaña la dulce Zahara, arrastrada contra su voluntad a una aventura donde, para sobrevivir, habrá de ser más fuerte que los más intrépidos cruzados.

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La novela

La novela
Una historia de aventuras en Cervera del río Alhama, una perspectiva nunca vista de las Navas de Tolosa

jueves, 2 de agosto de 2018

Los ultramontanos masacran Malagón


Bien pues, nos quedamos en Malagón, ya mencionado en el artículo sobre Calatrava, comentando que su destino pudo haber influido sobre la decisión que terminó por costarle la vida al noble Ben Qädís y determinar en buena parte el restuado final de la batalla de las Navas de Tolosa.

Malagón era, allá por el 1212, una aldea a medio camino entre Calatrava y Toledo. Como toda villa fronteriza, fue escenario de continuos enfrentamientos entre los diferentes reinos que se disputaban aquellas tierras, pero no fue hasta 1212 que, tras su trágica absorción por el reino de Castilla, llegó la paz a sus tierras.
Ruinas del castillo de Malagón
Emplazada en una tierra regada por múltiples acuíferos y a los pies de la sierra, la defendía un castillo levantado sobre un pequeño cerro rocoso. De adusta planta cuadrada y con sendas torres en sus esquinas, la fortaleza vigilaba el camino que llegaba a Toledo.


Y de Toledo habían salido las tropas cruzadas que buscaban las huestes de Al-Nasir. Comandaba el ejército cruzado don Diego López deHaro y formaban su vanguardia las tropas ultramontanas, conformadas por todos los guerreros llegados a la guerra santa desde más de allá de los Pirineos.

Estos fanáticos, fuera de todo control,  venían irritados por el hambre y la sed que su imprevisión les imponía. Mal acostumbrados al calor y a la disciplina, aquellos aventureros servían como avanzadilla a las tropas del rey castellano pero carecían de organización. Alejados de las caravanas con los víveres e impedimenta que el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada tenía organizadas, tres días después de salir de Toledo los ultramontanos alcanzaron Malagón, un día antes que los hombres de don Diego.
Apenas avistaron el caserío, cargaron sin orden ni concierto contra los aldeanos que nada pudieron hacer contra la carga de cientos o miles de veteranos bien armados. Quienes no pudieron huir a las vecinas montañas o encontrar refugio en el pequeño castillo tanto musulmanes como cristianos, pues de ambas religiones había en la población—fueron muertos en sus mismas casas. No se perdonó  sexo ni edad, mujeres, ancianos y niños cayeron bajo el acero de los cruzados.

Pronto comenzó el asedio al castillo.

Los escasos defensores nada podían hacer contra el ejército que les atacaba y no tardaron en ceder sus defensas. Vista la imposibilidad de contenerlos, el comandante de la guarnición musulmana se entregó a los cristianos solicitando clemencia para cuantos se encontraban bajo su protección. Pero de nada le sirvió su valor ni sus súplicas. Los ultramontanos pasaron a cuchillo a todos cuantos encontraron en el castillo.

Grabado de Gustave Dore.
Los cruzados masacran la población de Cesarea
Para cuando llegó don Diego López de Haro a Malagón, se encontró allí con el dantesco escenario de una población masacrada.

Dicen que allí comenzaron las desavenencias  entre el rey Alfonso y los ultramontanos que abandonaron la cruzada poco después en Calatrava, o puede que solo fuera una despiadada maniobra del rey castellano para amedrentar a las poblaciones y guarniciones con las que sabía había de encontrarse en el camino, pero lo cierto es que en los enfrentamientos inmediatamente posteriores —Calatrava, Caracuel, Piedrabuena y Benavente— sus guarniciones se entregaron sin apenas combatir.

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