Cantigas de Cruz y Luna.

Cervera del río Alhama, una pequeña villa castellana donde cristianos, judíos y musulmanes conviven en secular armonía, envía sus mejores gentes a la campaña de las Navas de Tolosa. Les acompaña la dulce Zahara, arrastrada contra su voluntad a una aventura donde, para sobrevivir, habrá de ser más fuerte que los más intrépidos cruzados.

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La novela

La novela
Una historia de aventuras en Cervera del río Alhama, una perspectiva nunca vista de las Navas de Tolosa

lunes, 29 de noviembre de 2010

Sobre caballos, caballeros, y demás bestias -y III

Para terminar esta serie de entradas, que se iniciaron hace ya tiempo con los artículos sobre la caballería medieval, trataré de explicar las diferencias entre un bridón y un caballo jinete.

En Europa, desde que apareció el estribo y la caballería pesada, la táctica empleada en el combate consistía en un impacto frontal contra el enemigo con el que se pretendía hundir sus filas y desbaratar el ejército contrario. Para conseguir que las masas combinadas del caballero y del caballo, golpearan al enemigo de manera solidaria, se montaba “a la guisa” o “a la brida”. Es decir, sobre una silla reforzada, con protecciones delanteras (para ingles y muslos), amplio respaldo (para fijar el cuerpo) y estribos largos que permitían al caballero, cubierto de acero al igual que su montura, mantenerse sobre la silla en el momento del choque. De esta guisa, se conseguía la brutal fuerza de impacto necesaria para romper el frente enemigo. Al caballo nacido y criado para ser montado a la brida se le llamaba bridón.

Frente a estos mastodontes, los ejércitos musulmanes opusieron una táctica destinada a contrarrestar la ventaja que la fuerza bruta prestaba a los cristianos: el “ataque y retirada”. Equipados con medias armaduras y cotas livianas, la caballería árabe acometía con flechas y armas ligeras al ejército contrario, pero antes de llegar al cuerpo a cuerpo se retiraba del frente. Tras repetir estas cargas varias veces, las líneas cristianas perdían en el vacío su ventaja, se agotaban o se rompían, de manera que podían ser rodeados, atacados por los flancos y exterminados. Para el tipo de lucha de los musulmanes se necesitaban caballos potentes, pero más ligeros que los bridones, equipados con sillas sin defensas delanteras y con los estribos cortos para poder manejar al caballo con las rodillas y tener las manos libres, necesarias para empuñar el arco o girarse sobre la montura para tomar las azagayas que portaba en el arzón. En la península ibérica, ganaron justa fama de expertos en ese tipo de combate los miembros de ciertas tribus berberiscas, los zenetes (los castellanos lo pronunciaban jenetes). Quienes sufrían sus feroces acometidas no tardaron en comprender lo eficaz que podía ser ese tipo de monta a la que llamaron “a la zeneta” o jineta, y a quienes la practicaban y a sus caballos, jinetes, por deformación de la palabra zenetes.

Con los años, la historia militar, la economía y las armas de fuego, dieron la supremacía a este tipo de monta.

Por concesión a nuestra mentalidad actual, y a modo de divertimento, busquemos comparaciones entre aquellos medios de locomoción y los actuales:

El bridón sería un brutal Hummer del ejército norteamericano, un vehículo que supedita la estética a la potencia y funcionalidad, diseñado para la guerra y que solo lo llevan por la calle snobs a los que les sobra el dinero.

A la mula la podíamos comparar con un Mercedes de gama alta, cómodo y señorial.

El palafrén en la edad media sería lo más parecido un descapotable deportivo, quizás un Ferrari, todo lujo y ostentación.

Y para acabar, al caballo jinete lo podríamos comparar con una berlina media, tipo al Audi A4, un automóvil mucho menos potente que el Hummer, no tan cómodo como el Mercedes, ni tan aparente como un Ferrari, pero mucho más accesible que los anteriores. Lo suficientemente cómodo como para viajar en él, lo bastante potente para cumplir de manera digna con su misión y que tiene lo justo de ostentoso como para demostrar a quien nos vea montados en él que no somos unos menesterosos.

Y terminamos de aquesta guisa estas pobres explicaciones sobre lo que fue la caballería medieval.

martes, 23 de noviembre de 2010

Sobre caballos, caballeros, y demás bestias -II

Desde la entrada anterior, sabemos que el caballo era un animal muy bien valorado en la edad media, pero la cinematográfica escena de un caballero medieval atravesando verdes campos sobre un espectacular corcel quizás haga que nos perdamos en su imagen, sin llegar a comprender lo que realmente significaban los animales de monta en aquellos años previos al nacimiento del señor Ford.
De entrada, el caballo no era el único animal que cabalgaban damas y señores. De hecho, para los pudientes existían dos animales de monta: el palafrén, un caballo manso y tranquilo que se dedicaba únicamente a la monta y que utilizaban damas, nobles y reyes para hacer exhibición de su riqueza, y la mula, que -aunque nos resulte extraño hoy- era el animal preferido por los ricos y poderosos para viajar (podemos encontrar numerosos ejemplos en los cantos del mío Cid o en las bienandanzas de Lope García de Salazar). De hecho, las mulas eran más valoradas que los caballos para viajes largos y la empleaban tanto damas como nobles y reyes. También una buena mula de monta podía vestir arreos tan preciosos como los del mejor caballo y costar casi tanto como él.
Frente a ellos, tenemos el animal por antonomasia: el caballo de batalla o bridón. Un bruto enorme, poderoso, entrenado para la guerra y nacido para cargar contra el enemigo. A nadie en su sano juicio se le ocurriría salir de paseo con su bridón, salvo que quisiera impresionar con su poderío a sus espectadores; de hecho, la entrada en una población sobre un caballo de batalla era, en la práctica, un desfile militar. Para este uso de guerra, en Europa solo eran admitidos en esta categoría los machos enteros (sin castrar), briosos garañones de nervio vivo y tan mal carácter como sus dueños. Estos eran, con mucho, los más valiosos. De hecho, resultaban tan caros que, en estas tierras patrias de hidalgos campesinos, muchos no dudaban en utilizar para este fin a las yeguas de similares características. Estas demostraron en más de una ocasión que, en esto de la guerra, si el ánimo está firme el género no importa, pero no evitó que a sus jinetes les miraran con desprecio el resto de nobles europeos.
A estas tres animales, mula, palafrén y bridón, pronto se les añadió en la península un cuarto: el caballo jinete. Un caballo no tan elegante y manso como el palafrén, de menor envergadura y fuerza que el bridón y menos cómodo que la mula, pero más económico y tremendamente eficaz.
Este tipo de caballo no tardó en extenderse por entre quienes no disponían de la fortuna que suponía adquirir y equipar a un bridón y su caballero. Incluso para quienes podían permitirse este dispendio, resultaba mucho más rentable, en el ámbito militar, equipar a parte de sus acompañantes a la jineta, con armadura ligera y sin protección para el caballo. Al ser una forma “bastarda” de caballería, con el pragmatismo que aportan las leyes del mercado y ante la necesidad de emplear para ello un caballo más tranquilo que obedeciera ciegamente a su jinete, no era extraordinario –sino más bien práctica común- el que para este nuevo tipo de combate se emplearan tanto yeguas como castrados, de menor envergadura y presencia, que no valían ni para palafrenes ni como bridones pero que cumplían a la perfección su cometido en la batalla.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Sobre caballos, caballeros y demás bestias- I

Recupero el ánimo de escritura al hilo de unos comentarios entre amigos sobre cuanto podía valer un caballo en la edad media.
Suponíamos que sería mucho, pero no llegábamos a hacernos una idea clara de cuan alto era este precio. Veamos de descifrar este pequeño enigma.

¿Cuánto costaba un caballo de batalla en la edad media?

Acudamos a las fuentes de la época.
En sus bienandanzas, Don Lope García de Salazar nos cuenta lo siguiente:
"un su cavallo blanco, que llamavan Palomo, que era mucho aventajoso... e díxoles un judío, cudiçiándolo mucho, qu'él daría I mil reales de plata al que gelo diese"

Para poder hacernos idea del valor de un caballo como Palomo en el siglo XIV -y poder entenderlo en el siglo XXI-, estamos obligados a tomar como referencia una unidad que se mantenga en el tiempo. Quizás una medida adecuada a nuestros fines pueda ser el salario mensual o anual de un trabajador.

Sabemos que podían pagar por un buen caballo 1000 reales de plata. Bien, tomemos ahora como referencia los salarios pagados a los empleados en la reconstrucción del palacio de la Aljafería en Zaragoza. En 1301, los peones que trabajaban en las obras de palacio cobraban un jornal de 4,5 dineros. Esto supone (admitiendo todos los reparos por cambiar en aquella época de una moneda a otra) un salario anual de unos 22 reales de plata.
Haciendo una división sencilla, nos encontramos con que un peón de la construcción de aquella época tardaría (sin comer ni hacer ningún gasto, claro está) algo más de 45 años en reunir el caudal necesario para poder comprarse un buen caballo de batalla.

En España, en el 2009, el salario mensual medio de un peón de la construcción podría rondar los 1300 € según convenio (eso antes de la crisis, ahora, se puede dar por contento si cobra). Esto supone que en el mismo plazo de tiempo (y en las mismas condiciones que el peón zaragozano) habría reunido el precio de su caballo: lo que hoy serían, más o menos, unos 709.000 €
¡más de setecientos mil euros!

Podríamos argumentar que ciertas cosas no son extrapolables en el tiempo, que el trabajador está hoy mejor valorado y pagado que un peón en la edad media, y quizás sea cierto. Pero este tipo de cálculos nos permiten intuir, aunque solo sea en parte, las diferencias abismales que existían en la edad media entre señores y vasallos. Comprender el inmenso valor de un buen bridón en la edad media y el entender el porqué de tantas referencias históricas a los caballos de los héroes.

Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476

Besamanos a Fernando V por los vizcainos en 1476
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Bilbao en el siglo XV

Bilbao en el siglo XV
Así se supone que podía ser Bilbao a finales de la Edad Media

Casa torre de Etxaburu (fotografía de Txemi Ciria Uriarte)

Casa torre de Etxaburu (fotografía de Txemi Ciria Uriarte)
La casa, origen del linaje, razón de ser de los bandos

Espada de mano y media, también llamada espada bastarda - 1416

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Armas de lujo para los privilegiados de la tierra

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