Vale, lo prometido es deuda, de manera que aquí va otro artículo corto. Así hacemos dos en esta semana.
Dejamos al caballero medieval, propietario de tierras y
hombres, dedicado a la agricultura, la ganadería y la guerra como principales
actividades económicas. A estas tres generales y ampliamente difundidas por las
amplias tierras castellanas, los caballeros norteños, restringidos por la
orografía y el clima en sus pretensiones agrícolas, debieron de sumar el
comercio. Ya decían los juglares que era don Lope el vizcaíno hombre rico en
manzanas, pobre en pan e vino, indicando así las carencias agrícolas de las
tierras vascas.
En todo caso. El noble medieval cristiano dividía el año
económico en dos grandes períodos: el de cosecha que, simplificando mucho,
podía discurrir de abril a junio. En este período se sembraban, regaban,
cuidaban y cosechaban los campos. Al final de estos comenzaba el período propio
de la segunda actividad económica medieval: La guerra.
El caballero medieval (repito, lo mismo moro que cristiano),
una vez a buen recaudo su cosecha, atacaba a sus vecinos más débiles para
capturar esclavos, rehenes, ganado y alimentos que completaran su propia
cosecha. Esta actividad estaba generalizada y -mal que les pese a los
historiadores tendenciosos- se dedicaban a ella con ahínco lo mismo moros que
cristianos. De hecho, lógicamente, para un caballero castellano le resultaba
más fácil atacar a un vecino aragonés (aunque cristiano como él) que a un murciano musulmán.
Esto proporcionaba esclavos -mano de obra- y dinero procedente del rescate
obtenido de los rehenes nobles, si se podía capturar alguno.
Nunca un rey o un señor cristiano tuvo reparo alguno en coaligarse con aliados de la otra religión en contra de un vecino molesto, aunque fuera correligionario suyo.
Dos cuerpos de ejército, uno cristiano y el otro musulmán, cabalgan juntos hacia la batalla. |
Como curiosidad: entre los cristianos del siglo XIII y
alrededores, en Castilla solo podían llevar barba aquellos que hubieran sido cautivos, y
solo mientras no cumplieran las promesas hechas durante su prisión. Los musulmanes, por contra, llevaban el pelo largo y la barbas luengas, como manda su ley.
Y lo dejamos aquí para continuar otro día.
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