La cruzada de las Navas de Tolosa comenzó en 1211, con la embajada de Alfonso VIII, rey de Castilla, solicitando al papa Inocencio III la convocatoria de una cruzada contra los almohades que amenazan el sur de Europa.
Concedida la bula papal. se convocan a todos ejércitos cristianos para reunirse en Toledo en la octava de pentecostés, entre los días 20 al 27 de mayo del 1212.
Freires del Hospital |
Caballeros templarios |
Allá se reúnen las mesnadas reales de Castilla y Aragón con los peregrinos ultramontanos (los llegados del otro lado de los Pirineos). También están las mesnadas de la nobleza, obispos y arzobispos de ambos reinos, y los efectivos que villas, concejos envían al requerimiento de sus monarcas. También están los caballeros templarios, los de Calatrava, los caballeros Hospitalarios y los de Santiago.
Toledo, la mayor ciudad cristiana en la España de 1212, se ve desbordada por la afluencia de soldados, fanáticos, peregrinos, buscavidas y demás llegados al reclamo de la vida eterna y las riquezas que toda campaña militar ofrecía a quienes participaran en ella. Se suceden los incidentes, especialmente entre los extranjeros, llegados los más de ellos sin otras provisiones que sus armas (quien las tenía) y su determinación religiosa.
Dibujo del Toledo del siglo XIII de David Temprano para la serie Toledo, cruce de caminos. |
Cuando los ultramontanos asaltan la ciudad que les acoge, Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, se ve obligado a llamar a sus caballeros y enfrentarse a los francos que pretender exterminar a los judíos que habitan en la ciudad. Una vez calmados los ánimos entregan comida, mantas y tiendas a los que no las tienen y los aposentan alejados de las murallas, en la Huerta del rey.
Finalmente, convencidos los monarcas cristianos de que no merece la pena esperar a que lleguen más gentes, el 20 de junio parten las tropas cruzadas hacia el sur, hacia la gloria y la salvación eterna o la muerte en martirio. Son unos 2.400 caballeros castellanos a los que acompañan otros 1400 aragoneses y más de 1.000 ultramontanos. Les siguen un total de 8.000 peones entre las milicias concejiles y fanáticos. Tras estos, abandonan Toledo todos los civiles que les acompañan y aquellos que acudieron a la cruzada para salvar sus armas o llenar los bolsillos. Frailes, sirvientes, peregrinos, enfermos y tullidos, prostitutas y mercaderes de esclavos, banqueros, prestamistas, taberneros... miles de miserables y aprovechados que ven en la cruzada la oportunidad de dar sentido a sus vidas o llenar sus arcas con el oro rapiñado.
Parten los cruzados. Imagen: Sergey Khol/Shutterstock |
Tres días más tarde, el 23 de junio, la vanguardia alcanza el pequeño caserío de Malagón, pero esta población merece un artículo propio donde contar su desdicha.